Tazio Nuvolari, Solo él creía en la Victoria Imposible

El piloto italiano venció a la colección de autos alemanes de carrera más grande de la historia. Un prueba que se corrió en el mítico Nurburgring a fines de julio de 1935 con cerca de 300 mil personas presentes que enmudecieron, al igual que los jerarcas nazis, ante la victoria del pequeño mantovano. 

Días antes de la prueba un alto jefe de las Fuerzas Armadas nazis le preguntaba a TazioNuvolari sobre su ímpetu al manejar. Que si no tenía miedo de pilotar como si no le importara la muerte. “¿Se da cuenta de que por su forma de conducir puede morir cualquier carrera?”. Nuvolari le contesta: “¿Y usted dónde cree que morirá?”. “¡Espero que tranquilamente en mi cama!”, dijo el alto oficial nazi. El italiano le dijo a su vez, “¿Y no se pone nervioso cada noche cuando se va a dormir a la cama?”. Ese era el pequeño gigante de las pistas e ídolo nacional del tricolor. 

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Nuvolari empezó con 28 años en el motociclismo y durante varios años las dos ruedas ya conocieron de sus proezas. En Monza, corriendo con el poderosos equipo Bianchi en un accidente resultó con las piernas rotas. Le enyesaron ambas. Y al siguiente apareció en la parrilla… atado a su motocicleta y mantenido erguido por sus mecánicos. Luego se pasa a la categoría máxima donde da ejemplo de cómo manejar y con muchas victorias. Sin embargo la prueba que lo ingresa a la inmortalidad es la que disputó en 1935 en Alemania. El 28 de julio, el circuito largo de Nurburgring (22.8 kilómetros) al que los pilotos darían 22 vueltas se preparaban para una gran fiesta de exaltación aria con cuatro coches Mercedes pilotados por Fagioli, el aristócrata Manfred VonBrauchitsch y Caracciola entre otras estrellas; y cinco Auto Union con Stuck, Rosemeyer y Varzi por nombrar a los más destacados. Frente al poderío nazi se presentaba Nuvolari al volante de un Alfa Romeo P3 modificado… y 100 caballos de fuerza menos. 

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El pequeño genio italiano exprimió su máquina conduciendo como poseído y fue pasando rivales germanos hasta que llegó a la última vuelta segundo, tras  VonBrauchitsch. Empujó y empujó, presionando al alemán que destruyó sus neumáticos al llevar al Mercedes más allá del límite.
“Me di cuenta de que me perseguía el demonio”, confesó Von Brauchitsch. Nuvolari cruzó la meta victorioso, detuvo el coche y entregó a los organizadores una bandera italiana cuidadosamente doblada que llevaba en el habitáculo para que la izaran en el mástil. Salió a la carrera con la idea fija de que iba a ganar, pese a la inferioridad mecánica. La leyenda de la gesta relata que también les entregó un disco con la ‘Marcha Reale’, por entonces himno transalpino ya que nadie pensó que había que tener los del resto de participantes que no fueran alemanes.
La llegada de la Segunda Guerra Mundial truncó lo que quedaba de su carrera al igual que la de muchos pilotos. De vuelta a las carreras ya nada fue igual. Para el recuerdo queda que en el momento se su muerte: fue velado con su traje de piloto. Con esa tenida llegó al olimpo. Un hombre que lo dio todo en la pista y que dejó en alto el nombre de su país. Fue el primer hombre libre, un italiano, en derrotar al imperio del mal, a los nazis y detrás de un volante de carreras.

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Antonio Chiappe
Author: Antonio Chiappe

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